martes, 11 de diciembre de 2007

Director 2007.12.11

Al tener contacto, como tengo, con alumnos que están iniciando o terminando la carrera de periodismo; un buen número de ellos me preguntaron y siguen preguntando cómo es que me gusta la especialidad política, dentro del mundo de la información. Y antes de darles la única respuesta que tengo, y como buen gallego, abro interrogación: “¿acaso no os gustaría saber porqué existen menos corresponsales de guerra que tertulianos políticos?”.
Recuerdo ver en los ojos de una becaria que terminará su carrera de Periodismo en mayo o junio próximo, la misma expresión que tuve yo en Zaragoza ante mi director, don Ulpiano Vigil Escalera (UVE era su pseudónimo), cuando nos lanzó esa pregunta en el tercio de la década de los 50. O sea, los 50 del siglo pasado, que todavía no le permitían al anterior milenio coronarse.
Cincuenta años más tarde, con todo un bagaje cultural bastante pesado, y sobre la máquina de escribir (hoy sustituida por un maldito ordenador), siento el mismo escalofrío que por aquel entonces. Porque decir nosotros (quienes nos dedicamos a contar realidades o a levantar acta de falsos testimonios) que el peso lo llevamos sobre los hombros es distorsionar la verdad. Nosotros, si queremos ser honrados en nuestra profesión, el peso lo llevamos sobre los pies y sobre las yemas de los dedos… y olvidándonos de las dos cámaras de fotografía, como son los ojos, a los que castigamos sin medida a lo largo de nuestra vida laboral y privada.
Pues bien. Regresando a la pregunta de un poco más de medio siglo de antigüedad, les diré que para ser corresponsal de guerra hay que tener un equilibrio físico y psíquico extraordinario. Y además, un sentido del sacrificio tan amplio que lo importante es lo que tenemos ante nuestros ojos; no lo que quisieran ver y oír los demagogos, los accionistas del medio informativo que representamos y los políticos que lo dirigen. Mientras que el tertuliano es un ser inteligente y una especie de sicario que apuesta siempre por aquel que le firma el cheque, sin importarle lo que cada quien pueda opinar sobre él. De ahí que sea mucho más fácil estar sentado y alejado de las balas… que jugarse la vida en busca de la verdad que pocos conocemos.
¡Ah!. Les prometo que quise ser corresponsal de guerra, pero no reuní las condiciones indispensables para serlo: mi índice de inteligencia y el de sacrificarme por los demás no llegó al aprobado.

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