viernes, 28 de diciembre de 2007

Director 2007.12.28

Reconozco que desde que tengo uso de razón (o sea desde el milenio pasado) nunca he sido capaz de comprender la fecha de hoy y su “tradición”: gastar una broma o contarle una mentira al primero que se cruce en nuestro camino. Y ese proceder, a miles y miles de semejantes les provoca una satisfacción incontrolada, mientras la víctima se queda con cara de gilipollas.
Pero lo más curioso, es que esta tradición no va pareja con la formación cultural e intelectual, ni con el nivel económico del o de la bromista de turno. Porque, hasta donde puedo recordar, me viene a la memoria las grandes risas que le provocó a un grupo de individuos de ambos sexos, al comunicarle a un buen amigo que su hija había tenido un accidente de carretera a unos cien kilómetros de su domicilio, y como el “inocente” salió en el acto para el punto kilométrico del supuesto accidente. O darle una buena propina a un gruero para que desplace el coche del amigo hasta el chalet de tal o cual aldea o villorrio, mientras el “inocente” denuncia el supuesto robo ante la Policía… y sus amiguetes, mientras tanto, se siguen riendo a mandíbula batiente.
Estos dos ejemplos son los que me parecen más “pasables”; ya que hubo verdaderas muestras de que los amigos de hoy serán siempre, pero siempre, los enemigos de mañana. Y me baso en que se contrataron prostitutas para que se hiciesen pasar por las amantes y madres de un par de hijos del buen amigo. Y si dentro del grupo había algún celoso, se contrataba a algún sudamericano para que se hiciese pasar por el amante y padre de un varón de año y medio de edad. En fin, que los recuerdos y escenas que he presenciado en determinados 28 de diciembre del siglo pasado son para llenar dos páginas de cualquier Diario local.
Pero lo curioso de todo esto es que –según el resto de la banda- yo no tenía ni tengo sentido del humor, ya que hay que dar por supuesto de que cuanto te digan, muestren o vendan durante un día como el de hoy es falso. Y todo falso suceso o acaecimiento hay que recibirlo con una sonrisa de oreja a oreja… para no dar la imagen de un pobre diablo o de una persona amargada. Así que ya lo saben, y siguiendo la teoría de los imbéciles, si entre las esquelas de hoy o en las páginas de sucesos se encuentran con un familiar o con una amistad que hace unas cuantas horas que no la ven… no se preocupen, pues se trata de una inocentada. O por ejemplo leen que para obtener una licencia municipal hay que sobornar a alguien del Ayuntamiento, no se preocupen, pues se trata de otra inocentada. O se enteran de que nuestros impuestos se usan para comprar coches de 70.000 euros, cambiar mobiliarios o para pagar las facturas de opíparas mariscadas y de botellas de grandes reservas… no se preocupen, pues se trata de otra inocentada; una más de esas que nunca me provocaron carcajadas.
Cada día estoy más convencido de que mi frase favorita define la realidad actual: ¡otra de callos, que pago yo!

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