lunes, 7 de enero de 2008

Director 2008.01.07

Anteayer creo que quedó clara, clarísima, la postura de muchos de nosotros, los católicos. Y también el reproche que le hice al señor Rajoy, en vista del silencio que guardaba y que guardó hasta la mañana del pasado sábado, en cuanto al “manifiesto del PSOE” en contra de la reunión de un millón y medio de creyentes en la capital de España, en defensa de la familia y de la libertad de expresión.
Aunque me cuesta trabajo entenderlo, don Mariano Rajoy no ha querido “entrar al trapo” de ese furibundo manifiesto del Partido Socialista, por miedo a que fuese tildado de promocionar a la Iglesia Católica políticamente…que, por cierto, no lo ha logrado, pues la maquinaria pro-gubernamental ya se ha encargado de ello. Lo que sí no comprendo, por mucha voluntad que intente poner, es cómo ha podido mantenerse silente hasta la mañana de hoy, cuando la media España católica esperaba una contra-respuesta, por el derecho que nos da la Constitución de reunión y de expresar públicamente aquello en lo que creemos.
Señor Rajoy, desde el máximo respeto que me obliga mi formación moral y ética, quisiera decirle que para este católico practicante usted no merece ser el representante de un Partido Político que alberga a la gran mayoría de los creyentes españoles. Si usted quiere seguir practicando la táctica del avestruz o dejar que las situaciones incómodas se pudran y caigan en un falso olvido, es usted muy dueño de hacerlo; pero, ante tan cobarde comportamiento, para quienes esperaban de usted mucho, muchísimo más, la respuesta la verá usted reflejada en el número de votos que le concedan los católicos, apostólicos y romanos. En cuanto a los posibles votos políticos que miles y miles de españoles estarían dispuestos a darle, como muestra de castigo hacia el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero, pienso y ojalá me equivocase, que es fácil que lleguen a la conclusión que no vale la pena salir de casa y entregárselo a usted. España necesita siempre, y en estos delicados momentos más todavía, a hombres o mujeres con las ideas muy claras y dispuestos a luchar contra todo aquello que desintegra la Nación, como tal; la familia, como tal; y los innumerables valores que hemos recibido de nuestros ancestros… y que, poco a poco, los socialistas oficiales (no, los verdaderos) están desvinculándolos de la cultura recibida.
No lo tome como ataque personal, puesto que no es mi intención. Lo único que le pido, como hombre político, es que si quiere merecer llegar a La Moncloa, vístase por los pies y ponga los cajones sobre la mesa, cuando la situación lo amerite.

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