martes, 29 de enero de 2008

Director 2008.01.29

Curiosamente, y desde que Paco Vázquez ha dejado de residir en su muy amada Coruña, por tal o cual motivo sale a relucir en el medio de cualquier conversación la Ciudad Eterna. Y es que Roma tiene todo aquello que el resto de las capitales del mundo quisieran, quisiéramos tener. Y lo más curioso de Roma es que existe una que pocas veces se menciona por ser y estar en las profundidades, como escribió en su día Luca Villoresi: un hombre que si se adentró en lo subterráneo. Y lo subterráneo no es sólo el “Metro”, las alcantarillas y las tuberías del gas. En Roma al mencionar las profundidades de la ciudad es evocar un mundo paralelo, que se sabe donde empieza pero no donde acaba. Porque debajo de cada cloaca, en el fondo de la más trivial de las zanjas o tras la trampilla de un sótano cualquiera de esta hermosa urbe se abre una puerta que conduce al subsuelo más intrincado y misterioso de la historia.
Visitarlo no siempre es fácil. De ahí que en su momento el gran conocedor de ella, como lo es Luca Villoresi, haya escrito que para comprender la Roma de la superficie, la de las postales y los paseos, hay que tener una noción de la existencia de esa otra Roma, secreta e invisible, sumida bajo las aceras de una increíble amalgama de fango y mármol. Por esa y otras razones, no hay otro lugar en el mundo que oculte tantas historias en su subsuelo: recuerdos mínimos, como los fragmentos de una pasta de arcilla cocida al calor de un fuego de hace tres mil años.
Estrato sobre estrato, siglo sobre siglo, en el subsuelo de Roma se abre un laberinto en el que resultaría difícil decidir por donde entrar. ¿Por la Cloaca Máxima, construida siete siglos antes de Cristo, y todavía presta servicio?, ¿Por los frescos de la Domus Aurea de Nerón?, ¿Por los sótanos del Vaticano… Para volver a la superficie sin perderse, quizá sea necesario partir desde el comienzo mismo: el suelo original de la ciudad.
Y al llegar a este punto, el salto es gigantesco: faltan 43 días para que se descubra parte de la Cloaca Máxima de una Nación que se adentró en el subsuelo de la política. Lo que el pueblo (esa masa de gente que acudimos como borregos al matadero, cada cuatro años) no sabe es que seguimos caminando por los sótanos y con los ojos vendados. Y que para conocer la democracia, quizá sea necesario partir desde el comienzo mismo: el 21 de noviembre de 1975.
Si fuésemos medianamente inteligentes (me refiero a los que votaremos el próximo 9 de marzo) sólo tendríamos que seguir el ejemplo que está dando cada cuatro años los Estados Unidos de Norteamérica: es el pueblo y sólo el pueblo el que decide quien debe aspirar a la Casa Blanca… mientras que a nosotros nos imponen el que otro ú otros deciden y sin contar con nosotros para nada. ¿Y saben por qué?... Porque la totalidad de nuestros políticos están convencidos de que nosotros somos acémilas, sin capacidad de análisis y pensamiento. Y la prueba de ello está en lo qué dicen en sus mítines… ¿o no?.
Les doy mi palabra de honor que al oírles siento vergüenza ajena y unas irrefrenables ganas de escupirles en la cara por intentar tratarme como si yo fuese una oveja o un bebé recién nacido… aun reconociendo que a unos cientos de miles les va la marcha.

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