miércoles, 27 de agosto de 2008

Director 2008.08.20

Hace mucho tiempo, y como creyente que soy, que tenía ganas de escribirle una carta a mi buen e incondicional amigo Pucho Boedo. Y hoy no quiero demorar por más tiempo esa necesidad. Así que sin más dilación y con el permiso de todos ustedes, voy a dirigirle –donde quiera que esté-estas líneas de afecto y recuerdo a un extraordinario personaje, orgullo de todos los coruñeses y al que, como les dije en distintas oportunidades, le abracé por última vez en la ciudad francesa de Versalles, un mediodía de agosto de hace 44 años.
A Pucho Boedo lo conocí personalmente en el año de 1954, cuando iniciaba mis estudios de periodismo en la Estación Escuela de Radio Juventud de La Coruña, a las órdenes de Pepín Couceiro, tío del actual director de Coca Cola en nuestra ciudad.
Pucho Boedo me acompañó desinteresadamente en un programa de Radio que la Emisora “La Voz de Vigo” realizó en la villa de Puentecesures, donde yo era el presentador y director de aquel programa especial, para recaudar fondos para una viuda con cinco hijos y que acababa de perder a su marido en un maldito accidente de trabajo durante la construcción del Puente de Rande, sobre la bahía de Vigo.
Pues he aquí mi misiva:
“Querido Pucho, como me imagino, a estas alturas de tu ausencia física habrás observado que existen una larga serie de personajillos que izan la bandera gallega é intentan imponer por narices la Lengua de Rosalía, cuando el 90% de los mismos no habían nacido en los difíciles años dónde tú cantabas orgulloso los poemas de las ilustres personalidades que dieron relevancia a nuestra cultura. ¿Qué sabrán estos pobres imbéciles de lo que es ser y sentir nuestra tierra meiga?.
¡Qué fácil es ahora hinchar el pecho, querido Pucho, por la defensa de nuestra Lengua, cuando al hacerlo –como tú lo has hecho- suponía la cárcel o un fuerte interrogatorio con paliza incluida!. ¿Te acuerdas de la cantidad de explicaciones que tú y yo tuvimos que dar a la Policía Armada, después del programa radiofónico en Puentecesures?... Pues ahora resulta que los que hablamos castellano, como lo hacen el 98% de los coruñeses, somos unos mal gallegos, a los que los separatistas nos odian a muerte y nos tratan de “fascistas”.
¿Te imaginas cuantos de estos imbéciles se enfrentarían a “los grises”, si a cada imposición que nos dictan supiesen de antemano que los iban a moler a palos antes de ingresar en prisión?... Te puedo asegurar, querido Pucho, que serían los primeros en mantener la boca cerrada. Y lo más molesto –por usar un vocablo aceptado por la sociedad- es que estos ignorantes nos están imponiendo una dictadura al estilo de los Balcanes o al estilo de los de la Georgia europea. La suerte que tienen es que en la actualidad se topan con un pueblo cobarde y acomodado, que lo único que le importa son las vacaciones, las subvenciones o el paro y que el Real Madrid o el Barcelona ganen la Liga de Fútbol. Del resto, y como ellos dicen, a mí no me hables de política, ni de inflación, ni de terrorismo,ni de si no hay trabajo… Todo lo contrario a lo que tú siempre has denunciado y defendido. Créeme, recordado Pucho, que por momentos te envidio donde quiera que te encuentres, porque lo que estos “galleguistas del tres al cuatro” están sembrando es una fuerte animadversión hacia todo lo nuestro. Y a los que sentimos la tierra, sin necesidad de ofender y amenazar a los que no saben o no quieren hablar en nuestra Lengua, porque no la dominan lo suficiente, como tú nos legaste y cantaste, nos intentan marginar como si fuésemos apestados.
Querido y recordado Pucho Boedo, con tu permiso voy a escucharte en uno de los cientos y cientos de grabaciones que nos has dejado; porque, al hacerlo, siento en lo más profundo de mi ser la añoranza de aquella gente de izquierdas y con grandes dosis de demócratas… como lo has sido tú… y de quien nadie podrá decir que te ha oído insultar o defenestrar a los que no pensaban y sentían como tú.
¿Entiendes ahora por qué envidio tu actual morada?... ¡Ah!. Y gracias por la amistad que me has regalado y por tantas horas y horas de convivencia.
Luís de Miranda.

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