lunes, 15 de septiembre de 2008

Director 2008.09.15

Con la entrada de más de siete millones y medio de infantes, en la totalidad del territorio español, a muchos de nosotros o, quizás, a la totalidad de padres y abuelos de ambos sexos (Esto lo aclaro por aquello de la Lopse) nos retrotrae a etapas ya pasadas, pero maravillosas: cuando “arrancábamos de los brazos maternos” a nuestros descendientes, a nuestros “ojitos derechos”, a nuestros consentidos… para dejarlos, con un nudo en la garganta, en manos y bajo la responsabilidad de sus primeros docentes.
Recordemos que cuando dejábamos al nuestro, a la nuestra en el colegio, y veíamos llorar, patalear y tirarse al suelo (debido al mimo acumulado desde el mismo día que salió del vientre materno) a los hijos de los otros nos daba la risa. Sin embargo cuando de reojo veíamos el rostro y la desesperación del nuestro o de la nuestra, el corazón se nos encogía y era tan severo el nudo que se formaba en la garganta, que la propia saliva nos producía malestar.
Lo que no cabe duda que allí, en el colegio y debido al contacto que van a tener con los de su generación, nuestros hijos y luego nuestros nietos adquirirán una serie de armas pedagógicas que jamás adquirirían con nosotros: si las niñas y niños que tenemos fuesen formadas por nosotros, sin ninguna ayuda exterior, de ellos sólo obtendríamos “carne de cañón”: serían unos inútiles diplomados y , por añadidura, futuros delincuentes. Porque con la disculpa de que no queremos que pasen lo que nosotros hemos pasado… estamos fabricando entre todos una generación de inconsecuentes , en un mundo raro, peligroso e inexistente… pero que los padres y abuelos les pintamos otro mundo : el de que no te preocupes que no pasa nada, donde no hay problemas económicos, ni enfermedades sin la custodia materna o paterna, etc., etc.
Y si es esa la formación que les hemos y estamos dando, ¿qué esperamos que acontezca el día de mañana?... Menos mal que muchos, muchísimos de ellos se dan cuenta de que los padres y abuelos los están desviando de la realidad y reaccionan por su propia cuenta… y se hacen hombres y mujeres de bien.
Ojalá que esta generación que hoy comienza su andadura reciba la protección necesaria y la buena orientación para que jamás se desvíen del camino recto y honorable.

Luís de Miranda

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