viernes, 17 de octubre de 2008

Director 2008.10.15

Al leer a primera hora de la mañana el preferente titular de la Prensa escrita, me entraron escalofríos: “Los señores Zapatero y Rajoy pactan la reforma urgente de la Seguridad Social”.
Todos ustedes recordarán que el llamado “Pacto de Toledo” fue concebido, no por obra y gracia del Espíritu Santo, sino para que en esa atractiva caja de la Seguridad Social nadie, absolutamente nadie pudiera o pudiese meter la mano, ya que ella garantiza, entre otras protecciones sociales, las jubilaciones del futuro. Y quizá se deba –no lo puedo asegurar- a que necesitamos poner en juego el aval de los cien mil millones de euros (de aquí a final de este año) y los cuatrocientos millones que ayer le regalamos a los carceleros cubanos… para que sigan llenando las cárceles de gente que desobedece las leyes: una de ellas es la de no pensar como el régimen castrista. Al fin y al cabo, es mejor ayudar a los dictadores, como los del Continente Africano, los Asiáticos y Rusia, que a los tres mil parados diarios que genera nuestra hermosa España, por falta de confianza en el régimen central.
Y hablando de los cien mil millones de euros, ¿saben ustedes, caso de no poder hacer frente a ese maldito aval, cuanto tendremos que pagar cada familia?... Pues la nada despreciable cifra de 7.000 euros. Porque el que haya avalado a alguien alguna vez sabe muy bien que ha tenido que pagar aquello que firmó. Y las Naciones, aunque les parezca que no, tienen que pasar por taquilla, igual que nosotros. Y cuando digo nosotros, es nosotros: el pueblo liso y llano.
¡Ah!... Y no hablemos de los armarios de ropa de la segunda dama de España y de los de la Vice-Presidenta del Gobierno, asi como de los joyeros de nuestras bellas políticas, de los 600 asesores del Presidente, de las escondidas campañas publicitarias, etc., etc.
¿Qué es el chocolate del loro?... Soy consciente de ello. Pero con esa cifra diaria -cuasi de vértigo- se podría construir una sencilla y acogedora vivienda de 30 metros cuadrados… cada día.
Y no sigo, porque terminarán calificándome de demagogo.
Luís de Miranda.

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