miércoles, 15 de julio de 2009


Director 2009.07.15
Estamos tan acostumbrados a que en esta bendita y honorable tierra -llamada antiguamente, España- ningún político sea culpable de nada, que el resto de los componentes de las Instituciones se creen con idéntico derecho.
Me explico... Es muy triste y dolorosa la pérdida de un ser querido y también la de ver cómo se nos ha ido de las manos un pedazo del futuro: en este caso concreto la pérdida del hijo de Dalila. Y lo sabemos muy bien quienes hemos pasado por ello. En mi caso concreto, el cementerio de París guarda los restos de mi hijo Jean-Louis.
Pero también es muy triste, cómo determinados comentaristas de medios de información nacional cargan todo su odio, todo su rencor y toda su demagogia sobre los hombros de la joven enfermera del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Y ya no hablemos de los responsables sindicalistas de CC.OO., UGT, SATSE y SAE; los que, como siempre, donde avistan “carroña” son los primeros en aparecer ante una pequeña parte de la sociedad como los “salvadores del temporal”; cuando lo único que buscan es protagonismo... y seguir viviendo a costa de nuestro sudor y lágrimas.
Entiendo y comprendo la desesperación y el dolor de la familia del bebé. Pero de ahí a pedir casi, casi, la pena de muerte para esa joven de 18 años... siento que las náuseas me van a producir un paro cardíaco. Y posiblemente quienes más se envuelven en la bandera de “por la defensa de la vida” son los mismos que aplauden al gobierno del señor Zapatero en su descabellada ley sobre el aborto. ¿Cuantos días de diferencia -pregunto- hay entre los niños que una vez el aborto está consumado y se tira a esa criatura a la máquina de picar carne... y Rayán?... Practicamente “cero patatero”. Y hay que ver la que se está montando contra esa pobre criatura de 22 años, que -como humana que es- cometió un grave error... que le costó la vida a un valioso pedazo del futuro: el niño Rayán.
Lo que no nos dicen -como responsablemente declaró a la prensa, don Sergio Quintairos, Presidente del Colegio Oficial de Enfermería de La Coruña- es que “algunos productos que se administran por diferente vía pueden llevar a confusión si no se tiene una rutina en su uso”. Y a más, podríamos añadir que todas estas profesionales tienen sobre ellas a una persona responsable que tiene la obligación de supervisarlas. Y a más, deberíamos tener presente la masificación, las malas condiciones de espacios físicos y el exceso de horas de trabajo a que están sometidos los sanitarios... porque, según los presupuestos, no hay dinero para contratar y ampliar las plantillas... aun pagándoles, como les pagan, sueldos de miseria. De ahí que muchos, muchísimos de ellos se trasladen a países del entorno.
Pues todo esto, señoras y señores, merece una evaluación general. Ahora que lo más fácil, lo más demagógico, es volcar toda la responsabilidad sobre esta joven enfermera... mientras que los verdaderos responsables (con los políticos en cabeza) se “escapan de rositas”.
Buena justicia estamos legando a las futuras generaciones, con casos como estos. ¡Qué injustos somos los componentes de esta sociedad actual!. Siempre pegando latigazos a los más debiles. Y mientras dedicamos horas y más horas al caso del niño Rayán, los grandes problemas sociales siguen debajo de la alfombra.
Luis de Miranda.

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