miércoles, 26 de septiembre de 2007

Director 2007.09.21

Como gallego, primero, y como Betanceiro, después, no creo más del 50% de lo que veo; el 25% de lo que me dicen los desconocidos… y el 5%, de lo que dicen o prometen los políticos… salvo cuando se echan basura los unos contra los otros. Entonces y sólo entonces, les otorgo una credibilidad del 95%. Por eso -y me lo habrán oído infinidad de veces- a los contribuyentes nos gustaría que cada mes hubiesen elecciones, porque así nos enteraríamos de verdad de lo que se cocinan en los fogones del poder: desde el verdadero porcentaje de las comisiones (el señor Maragall decía que en Cataluña era del 3%), hasta la colocación de esposas o esposos; de cuñadas o cuñados; de amantes de los géneros masculino, femenino y neutro; o simplemente de quienes esperamos que nos saquen del pozo negro, a cambio de representación oficial y de interpretar tal o cual ley al antojo del que supuestamente debería ser imparcial.
Anoche, si ustedes han seguido el programa Vecinos, donde don Jaime Pita Varela y un servidor hemos hecho un recorrido por los distintos niveles de la política actual y pretérita reciente, se habrán dado cuenta de que ni las aguas bajan claras y transparentes, ni los acuerdos –anti natura, como es nuestro caso, en La Coruña- son los que ambos dirigentes desearían. Pero, como dice el refrán popular: “a falta de pan; buenas son, tortas”.
Es cierto que algunas cosas –pocas, por cierto- hemos estado más o menos acercados o caminando en paralelo. Pero en lo que hemos chocado de frente es en nuestro sistema “D’hont”; al que el señor Pita Varela calificó decenas de veces de democrático; mientras que yo –perdónenme la petulancia- lo sigo considerando antidemocrático. Porque, mientras no se me demuestre lo contrario, yo no aprobaré que mi voto se convierta en un “cromo”, en manos de los políticos. Mi voto, como el de cada uno de ustedes, tiene que ir al Candidato por el que hemos votado… le guste al adversario o le disguste. Y en caso de empate o de multitud de pequeñas cifras, nosotros, el pueblo liso y llano, volveríamos a una segunda vuelta, donde decidiríamos si el primero o el segundo merece ocupar el puesto al que estuvo aspirando. Pero, repito, nosotros y sólo nosotros. Para tomarnos el pelo, ya les bastaron 30 años. Y para reírse de los pueblos… que se vayan a Corea del Norte, a Cuba, a Venezuela, a Bolivia o al mismo Brasil.
¿Qué les parece la idea?.

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