miércoles, 26 de septiembre de 2007

Director 2007.09.26

El lunes pasado, día 24, se han cumplido tres años de la desaparición física de una ex vecina mía, cuando nuestro domicilio en Paris era el nº 168 del Boulevard Malesherbes y teníamos como Conserje a madame Luoise. Mi ex vecina, a la edad de 18 años escribió un libro que conmocionó a media Francia y parte de los Paises europeos y latino-americanos, que lo tituló “Bonjour tristesse”. Aquella niña de clase media-alta eligió el pseudónimo de Françoise Sagan… Pues el apellido Quiroc hubiese avergonzado hasta a su propio padre: uno de los médicos de alto standing del París que estaba agotando los años finales de la década de los “50”. A aquella novela le siguieron unas cuantas más y alguna que otra obra de teatro… y todas ellas llevaban la garantía de miles de ejemplares vendidos, antes –incluso- de llegar a las estanterías del “drogue store”: adónde los jóvenes veinteañeros, que frecuentábamos el Quick Helyssee, íbamos a comprar las célebres ediciones de “bolsillo”, al precio de 1 ó 2 francos, ejemplar: el presupuesto de cada uno de nosotros –excepto el del señor Beiras- no daba para más.
Intento hacer memoria, pero creo que fue en el estreno de la obra de Teatro, “La robe mauve de Vallentine” cuando nos hemos saludado por última vez, puesto que yo me regresé a España (a costa de correr el riesgo de que el señor Fraga Iribarne me metiese en la cárcel), cuando en España se inició el despegue económico… que fue progresando hasta el pasado 2004… para comenzar el camino de regreso a épocas que ya creíamos pasadas.
Hoy, alejado de mis críticas y de la permisividad de los botellones, por parte de quienes juraron o prometieron defender nuestras vidas y nuestros bienes, quiero recordar a aquella mujer flacucha, ausente de belleza física y de amabilidad hacia quienes intentaban calificarla de demasiado aperturista o libertina, porque para quienes tuvimos la inmensa fortuna de tratarla debemos agradecerle que nos haya abierto las puertas de una libertad que rayaba el libertinaje… y que no hemos sabido dosificar, en su momento… y ahora, tampoco. “Faison l’amour et pas la guerre”, por desgracia, dio paso a una forma de vivir y ver la vida, como fueron las comunidades hipys… Y para aceptar y soportar aquel salto de vértigo, con el desgaste físico que suponía y la falta de alimentación adecuada, una gran parte de aquellos jóvenes cayeron en el oscuro pozo de las drogas. Y, para más INRI, aquellas debilidades humanas se fueron trasmitiendo, de generación en generación, hasta nuestros días.
Mi recordada Françoise Sagan, donde quieras que estés, no te culpes de cuanto has reflejado en tus escritos y descansa en paz. La libertad y el buen vino, si se saben dosificar, son otros de los grandes regalos que Dios, Halá o quien sea nos otorgan, minuto a minuto… También nos dieron el intelecto, para usar… y saber cuando estamos obrando bien… o cuando intentamos cometer el mayor de los crímenes: negando a los demás que la libertad es individual.

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