martes, 2 de octubre de 2007

Director 2007.10.02

No quiero, bajo ningún concepto, que algunos radioyentes me tachen de persona de ideas fijas o que camino en bicicleta de piñón fijo. Nada de eso. Lo cierto es que no me conformo con que me tomen el pelo. ¿Por qué digo esto?... Porque me parece una broma macabra que se esté estudiando la forma de que ingresen en la cárcel, conductores que no respeten las normas de tráfico… siempre y cuando la persona que conduzca sobrepase los 120 kilómetros/hora en ciudad y los 200 kilómetros/hora en autopista o autovía… He aquí lo que yo defino como broma macabra… salvo que se trate de un concurso de chistes… o de exageraciones: 120, en unos casos y 200, en otros.
Pero vamos a ver, señores superdotados en inteligencia… Si lo que se trata es de contar mentiras o de acordarse de la madre de la totalidad de los conductores, acepten, por favor, mi sugerencia. Yo creo que lo más lógico, para que sigamos acudiendo a los Tanatorios sin que nadie ingrese en la cárcel, es subir un poco más los límites. En ciudad, por ejemplo, pasar los 250 km/hora y en autopistas y autovías, los 450 km/hora.
Seamos serios… Si la velocidad media, dentro de los cascos urbanos, es de 50 km/hora; pienso que si se rebasa ese máximo en un 50%, para mí y muchos más viandantes, sería motivo más que suficiente para meter a ese conductor o conductora en la cárcel. Porque ya me dirán ustedes ¿cómo se para un vehículo a 75 km/hora, dentro del casco urbano, si detrás de la pelota viene el niño o el anciano despistado o sordo o casi ciego?
La otra tomadura de pelo es la del botellón, con ese empecinamiento de que nuestros jóvenes y adolescentes pueden beber lo que quieran porque para eso les asignamos sus zonas… donde pueden vomitar, orinar, defecar y destrozar las puertas del vecindario… sin que ellos o sus padres (caso de ser menores de edad) paguen los destrozos que ocasionan estos inadaptados.
¿Se puede saber para qué pagamos tantos sueldos de policías si éstos no son capaces de mantener el orden dentro de una ciudad, como La Coruña, que es un poco más grande que una caja de bombones? ¿Acaso tienen orden de sus superiores para que pasen de largo y se hagan ver, pero que no intervengan? La ciudadanía, la que paga sus impuestos religiosamente, no entiende nada de nada. Y a esa misma ciudadanía tendrá que explicarle alguien que entienden nuestros políticos por democracia. ¿Acaso las policías del Reino Unido, las de Alemania, Francia, Holanda o Estados Unidos se comportan de modo nada democrático?
Si en casa nuestros padres no hubiesen puesto respeto… nosotros, hoy, seríamos otra banda de delincuentes.

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