lunes, 8 de octubre de 2007

Director 2007.10.08

Para quienes seguimos creyendo que existe un Ser Supremo, que vela y nos protege muchísimas veces en forma de “ángel de la guarda”, lo que hemos vivido en el día de ayer, frente a la caja tonta o Televisor, si ustedes lo prefieren, es como para no dudar de que fuera del alcance de cualquier comprensión está una fuerza suprema, a la que unos llamamos Dios; otros Halá; otros, Mahoma, otros Josué; otros, Marte; etec., etc. Lo cierto es que al antipático y prepotente corredor de Fórmula I, llamado Fernando Alonso, su Escudería le estuvo haciendo miles de perrerías para que él (con su coche) fuera perdiendo puntos; puesto que los altos cocos pensantes, estimaron que este año debe y tiene que ganar un corredor apellidado Hamilton.
Por otro lado, a los que nos mueve todavía el sentido de Patria, rogábamos a cualquier fuerza superior a nosotros para que en el día de ayer y sobre el circuito lloviese a cántaros, ya que con una meteorología adversa, nuestro compatriota tendría más probabilidades de entrar en meta delante de Hamilton. Y durante unas 20 vueltas nos vinieron cronometrando la esperada lluvia… que no quiso participar en una gran justicia para un merecedor, según nuestros deseos.
Y ya vieron ustedes, como nada de lo que esperábamos y nos anunciaban, sucedió.
Sin dejar de reconocer que Hamilton estaba haciendo una gran carrera y que era merecedor de subirse al podio… ese Ser Supremo, con todo el poder y contundencia, castigó a la Escudería por las innumerables jugarretas y desprecios que le estuvieron haciendo a Alonso durante todo el campeonato… y la dejó fuera de carrera.
Como aficionado a ese deporte, confieso que estoy deseando que lleguen las 8 de la tarde de hoy, para escuchar los sabios comentarios de nuestro experto Pablo Carvajal, aquí, en Radio Social Atlántico…. Y también que lleguemos al 21 de este mes para colocarnos ante el televisor y ser testigos de lo que veremos en Brasil, con el permiso del dios que corresponda en esa fecha.
Para terminar, me viene a la memoria aquella hermosa cita: “Dios castiga sin palo y sin piedra”… y eso es válido para todo y para todos.

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