domingo, 4 de noviembre de 2007

Director 2007.11.03

Recuerdo que votar en las primeras elecciones libres de la supuesta Democracia me costó la friolera –de aquel entonces- de 1.050 dólares norteamericanos.
Recuerdo también que, a parte de votar por don Felipe González Márquez, me fabriqué una estrella de cinco puntas, en oro macizo, que todavía llevo colgada al cuello, a pesar de un sin fin de decepciones que los altos cargos políticos del Partido Socialista Obrero Español me fueron regalando a lo largo y ancho de tanta corrupción habida y presente. Ya sé que me dirán qué en los sólo 8 años que gobernó la derecha, se cometieron actos de corrupción… pero jamás homologables a los anteriores y a los posteriores. Es que además no me importa en absoluto, si los de la derecha robaron y asesinaron más o menos que los socialistas. A mi moral, a mis creencias, a mis esperanzas les importaron y les importan los comportamientos de la que orgullosamente sigue llamándose “izquierda y obrera”. A la formación moral que me dieron en mi hogar, mi abuela y mis padres; más la recibida en los colegios de párvulos, en los privados y en la Universidad, me obligan irremediablemente a despreciar a sujetos de ambos sexos que van por ahí llamando asesino a un ex Jefe de Gobierno español (elegido por sufragio universal), sin que en ningún Juzgado exista ni la primera denuncia por asesinato, por parte de familiares, vecinos o amigos. Esa misma formación moral hace que me provoquen náuseas los insultos, las descalificaciones y los argumentos que han hecho en el día de ayer los señores Rubalcaba, Blanco y Llamazares, tildando de “autor intelectual” del engaño masivo y de no sé cuantas cosas más al señor José María Aznar y de “autor material” al señor Aceves. Y por último quiero dejar claro, muy claro, que a mí no me venden esa alegría de que como en las 600 páginas de resumen del veredicto dado sobre el mayor atentado europeo no aparece el nombre de ETA, España entera debe brindar por ello y devolverle a la Organización Terrorista su prestigio y buena fe, ya que ella sólo mata de pocos en pocos o de uno en uno… y eso es comprensible, parece ser. Sólo las Organizaciones islamistas matan a lo bestia, como diría nuestro querido e inolvidable Gila.
¿De verdad se dieron ustedes cuenta de que la alegría y el orgullo está en que no ha sido ETA quien ha hecho el atentado de la Comunidad de Madrid? Es tanta la satisfacción que produjo tal conclusión, que sería comparable a que a cada uno de los dirigentes del PSOE le hubiese tocado el gordo de Navidad y nosotros, los españolitos de a pie, tenemos que darle gracias al Cielo y a la ETA. Pues si es cierto que ETA no ha tenido nada que ver en la matanza… lo demás ya no tiene importancia, visto el regocijo oficial. Pues… siento decepcionarlos, pero a mí sí me importa. Porque siempre, siempre, existió y existirá un hombre o una mujer que dé la orden de ¡ahora! o que porte el arma que dé el pistoletazo de salida, como en las Olimpiadas. Y porque cada quien, con un mínimo de instinto maternal, querrá saber el nombre del que ha dado la orden de atacar: excepto al Gobierno de España. Salvo que los 192 muertos, sólo sirvan para mencionarlos a través de la Prensa, ya que ninguno de ellos era familiar nuestro. Y mientras no sean parte de la familia de los que acordaron el Pacto del Tinell, el señor Pepiño Blanco tiene razón: el autor intelectual es el señor Aznar y el autor material es el señor Aceves”. Y si como reza en la religión que yo profeso, “de pensamiento también se peca”, entonces, ¿por qué los señores Aznar y Aceves no están condenados a cincuenta o cien mil años, si según el señor Blanco son autores de la matanza, puesto que no han tomado las medidas necesarias para evitarla?
Pues, ¿qué quieren que les diga, señores de la izquierda?... Que mi humilde voto, si no cambian el rollo de la película, se irá para los defensores de la virginidad de las mariposas. Porque, y que me perdone la derecha, darle el voto al señor Rajoy –un hombre que en vez de sangre tiene horchata en las venas- y con lo que está cayendo, es como jugar a la ruleta a un color inexistente.
Como se mueven los acontecimientos internacionales en estos momentos, los pueblos necesitan dirigentes que no basculen hacia delante, doblando la cintura. Los pueblos quieren defensores que lleven las tablas de la Ley en una mano; y en la otra, la espada: imagen que me recuerda al símbolo de la Justicia con mayúsculas. Lo que no quieren son “terroristas ni analfabetos”; ya que de ambas cosas, para desgracia nuestra, estamos más que hartos.
Lo que nunca haré, y lo defenderé hasta mi muerte física, es dejar de votar… a pesar no tener un sistema de elección democrático, como sería el derecho a votar “en una segunda vuelta” y evitar así el desprecio que manifiestan nuestra clase política con una serie de pactos vergonzantes y antinatura. Pero como todo aquello que huela a democracia o a que el pueblo tenga la facultad de llevar al poder a quien más votos obtuvo, nuestros mediocres políticos ni lo aceptan ni tampoco lo permitirán.
¡Ah!. No lo olviden. Como dijo el señor Rubalcaba, “señor Rajoy, repita conmigo ETA NO HA SIDO”. Lo demás… se lo dejo a quienes he votado, por un importe de 1.050 dólares norteamericanos y doce mil kilómetros recorridos en menos de tres días… y a los que les auguro muy poco futuro si siguen dirigiéndose a la población con el lenguaje de los chulos de barrio.

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