viernes, 14 de marzo de 2008

Director 2008.03.14
Ayer por la mañana he mantenido una larga conversación con un joven de 23 años, que vive y trabaja de y para este mundo ingrato de la comunicación. Y lo que he lamentado, y se lo he hecho saber en el transcurso de nuestro diálogo, fue no haber grabado aquellos 25 ó 30 minutos, porque los razonamientos que este joven hizo de la situación económica actual sólo se espera de aquellas personas que estén especializadas en el campo de las finanzas. Es más se echaba las manos a la cabeza y no entendía porqué sus amigos –uno a uno- fueron pasando a las listas de parados, cuando sus respetivas Empresas –así se lo habían manifestado el mes pasado- estaban contentos con las labores que realizaban.
¿Quiere alguien decirme para qué diablos nos sirvieron años de estudios y formación laboral?.- Me preguntaba y se preguntaba.
Intenté, palabra de honor, quitarle hierro a su gran preocupación… pero reconozco mi fracaso. No lo logré… Es más, temía que de un momento a otro, se quedase él también sin trabajo, puesto que los distintos patrones no están dispuestos a jugársela. Y como colofón me expuso algo que me heló la sangre.
“Sabe lo que va a pasar, señor Miranda?…que la delincuencia se va a disparar una barbaridad, porque no creo que haya un padre o una madre que no reaccione de una forma incorrecta, antes de dejar a sus hijos sin llevarse algo a la boca. Si yo fuese padre o madre, ante el hambre de mis hijos, no existe en el mundo barrera que me detuviese. Y a ese futuro cercano, le tengo miedo”.- Fin de la cita.
Una vez releído tal contenido, vuelve a erizárseme el vello de mis brazos.
Luís de Miranda.

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