viernes, 9 de mayo de 2008

Director 2008.05.09

Una y mil veces les digo a los jóvenes estudiantes de periodismo que realizan sus prácticas en esta humilde Emisora -é insisto en ello- que contrariamente a lo que vienen haciendo los mal llamados periodistas de “Prensa Rosa”, aquellas conversaciones privadas que se mantienen con altas personalidades de la política, de los distintos Cuerpos de Seguridad del Estado, del Poder Judicial o de las distintos estamentos económicos hay que archivarlas, salvo que el comensal o el entrevistado permita parte de algunos temas que se hayan “tocado”. Y de lo que hay que guardar absoluto silencio es de lo que se haya oído en calidad de “confidencial”. En el instante mismo en que oímos las cuatro sílabas (“confidencial”), nada ni nadie puede sacarnos esa información. Y gracias a esa reserva, hoy, después de tantos años oyendo confesiones confidenciales, puedo presumir que se me respeta en ese sentido y que todavía me siguen “regalando” confidencias… de todos los Partidos Políticos. Repito, de todos los Partidos Políticos.
En cuanto a quienes no comparten mesa y mantel conmigo, o me bloquean a tal o cual personalidad de la política, porque a alguien o alguienes de su Partido los he criticado en su momento, lo único que me provocan son una serie de sonrisas: los primeros, porque no dejan de ser unos pobres dictadorcillos de barrios bajos. Y los segundos, los que conforman los Departamentos de Prensa, por ejemplo, salvo las honrosas y escasas excepciones, son unos simples “don nadie” que en la Empresa privada sólo ocuparían puestos de mantenimiento y limpieza: puestos, por cierto, muy dignos y en consonancia con sus mentalidades e ignorancia.
Así que ya lo sabéis, jóvenes valores. Las confesiones confidenciales no se pueden sacar del archivo interno de cada uno de nosotros, ni siquiera cuando somos presionados o amenazados por el poder político o policial. Y en cuanto a los que ostentan el poder… recurrir al dicho árabe: sentaros a la puerta de la redacción y veréis pasar el cadáver de vuestro enemigo… Y aunque no lo creaís, esa escena que puede darse cada equis años es muy, pero que muy reconfortante.
En resumen. Vuestra palabra de honor tiene y debe ser siempre inquebrantable. De quebrantarla pasaréis a engrosar la larga lista de los impresentables o de los indeseables.
Recordadlo siempre, siempre, siempre.
Luís de Miranda.

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