jueves, 31 de julio de 2008

Director 2008.07.31

Igual que les sucede a ustedes con bastante frecuencia, y debido a la fea costumbre que tenemos los españoles de hablar chillando, algunas veces no pudimos evitar el oír la conversación de la mesa de al lado, con la misma nitidez que si hubiésemos ocupado la misma mesa que los vecinos de la izquierda.
Por lo interesante y preocupante del tema, “me saltó el automático, debido a mi deformación profesional”, y después de pedir perdón por mi intromisión, comencé mi serie de preguntas obligatorias.
¿Y qué piensa hacer usted con la hija pequeña?.- le pregunté secamente.
Lo mismo que hice con los dos mayores: enviarla a estudiar a la Universidad de Navarra… aunque ella se me resiste un poco por aquello de que está viviendo la fantasía del primer amor.
¿Y cómo piensa resolver el problema?.- Ávido de más información.
Mire usted. Lo que tengo muy claro es que estos separatistas no van a estropear el futuro de mis hijos. Si no quiere ir a Pamplona, pues la enviaré a Zaragoza. A cualquier lugar donde pueda estudiar en la Lengua de Cervantes… Y le diré algo más… Mi ex compañero de Universidad y actual compañero de caza, está estudiando Químicas y él mismo está desesperado pues es consciente de que fuera de Cataluña no va a encontrar trabajo, pues su dominio del español está al mismo nivel que el de cualquier analfabeto. Hace cosa de seis meses “colgó” en su página de Internet un comentario sobre la costa catalana y se asombró de la cantidad de faltas ortográficas y de errores de prosodia le corrigió el ordenador.
¿Y en su domicilio qué idioma hablan?.- Interrogué para remachar el clavo.
¡En catalán, por supuesto!. Pero una cosa es que lo conozcan y lo hablen y escriban… y otra muy distinta es que le priven de un arma que manejan cientos de millones por las tres cuartas partes del mundo. Los padres que permitan esta degeneración están hundiendo en la miseria a sus hijos, pues nosotros, los vascos y ustedes nos estamos encontrando con un grave problema que habrá que resolver cuanto antes o nuestros hijos quedarán aislados en nuestros pequeños cotos de caza. ¿No cree usted?.
Pues sí. Pero… ¿Quién le pone el cascabel al gato?.- le respondí, como todo gallego que no quiere mojarse.
¿Quiere que se lo diga?... Los propios estudiantes que obligaron a que estudiasen en idiomas que no tienen salida a nivel universal. Y cuando ellos en propia carne comprueben que no pueden salir de los límites del coto de caza, pondrán a sus hijos a salvo en zonas donde esa “espada de Damocles” no penda sobre sus cabezas.
Créanme que llevo más de una semana rebobinando el diálogo que mantuve con este fuerte industrial catalán y lo único que me viene a la mente son los hijos de aquellos que no tienen los medios económicos suficientes para costear la estancia exterior.
Luís de Miranda.

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