Leyendo los artículos de opinión, del Diario del mismo nombre, siempre que la ocasión se me presenta, me voy sin demora al cuarto de página reservada a Carlos Carnicero... aunque entre él y yo (por ideología) hay más distancia que entre el segundo o tercer sistema solar y al que pertenecemos. Y tal distancia se debe a que preconiza aquello que no practica: lo mismo que parte de la Iglesia nos dijo a los creyentes: “haz lo que te digo y no, lo que yo hago”. Y es que la vida de burgués, más el alterne con personajes de niveles sociales y económicos, no es incompatible con las ideas de “socialismo o muerte”... según estos demagogos, claro.
Pero después de leer y releer su artículo “La izquierda y la autocrítica”, algo me dice que el color que predomina en esta legislatura es el de “la hormiga”; ya que de otro modo no se explica que el compañero de profesión termine su análisis así:”la ocupación de la oposición en un largo periodo y la pérdida de confianza de los ciudadanos en que otra sociedad sea posible, lo que convocaría indefectiblemente a la desafección política. La izquierda tiene muchas reformas pendientes: la primera, la democratización interna de sus órganos de gestión y la búsqueda de espacios de participación para sus militantes... para que no sean sólo máquinas electorales”. Otra reforma. “Una reformulación fiscal y una política inevitable de confrontación ideológica con la derecha para que las diferencias entre unos y otros sea el principal papel de crecimiento”.
Y para terminar, Carlos Carnicero, comienza uno de los sueños de sus sueños, escribiendo lo siguiente: “Escuchando a algunos líderes socialistas -tanto españoles como de otros países europeos- da la impresión de que no son conscientes de la precariedad de su situación y de la posibilidad de que hayan iniciado una pendiente de pérdida de sostén electoral que les convoque a la oposición en las próximas elecciones perdiendo el poder en los pocos sitios que lo ocupan”.
A mi modo de ver y entender el problema que a la izquierda se le presenta es que sigue anclada en los finales del siglo XIX y principios del XX.... a pesar de cambiar ciertas siglas e ideologías con definiciones que no dicen nada en absoluto: progresistas, progresismo... como si quienes nos dirigen, después de los griegos, no hubiesen conseguido que las sociedades fueran progresando siglo a siglo... como si ellos hubiesen descubierto que en este globo terráqueo existen dirigentes que no quieren el progreso para sus súbditos.
Pues ya lo ven, señoras y señores. Todavía hay pensadores que piensan en el progreso... de sus cuentas corrientes; pues no hay día en que en uno y otro bando del poder no nos descubran cómo se llevan nuestro sudor y nuestro esfuerzo, a manos llenas... y no pase nada.
Perdonen pero creo que voy a vomitar...
Luis de Miranda.
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